BREVE RESEÑA HISTÓRICA
Santa Marina de Puerto de Vega, es el nombre de la más
importante parroquia del municipio de Navia, después
de la de la villa capital. Limita al N. con el mar Cantábrico,
al S. con la parroquia de Villapedre, al O. con la de Piñera y
al E. con el concejo de Luarca, del cual la separa el río Barayo.
Tiene una extensión aproximada de tres y medio kilómetros
cuadrados.
Se encuentra situada, al igual que todas las que conforman la costa occidental
asturiana, sobre una rasa marítima muy batida por todos los vientos,
y en su parte más septentrional posee un pequeño puerto
que cierran dos salientes roquedos con los nombres de Castillo
y Atalaya.
Desconocemos el momento en que Puerto de Vega se asoma
al balcón de la historia, pero cabe pensar, que su más lejano
antecedente fuese un castro, habitado por grupos humanos, que con el paso
del tiempo y la llegada de otras culturas, fueron derivando hacia las
llamadas "villaes", de las que en la zona existe, cuando
menos, una mención toponímica (Vicus – Vigo).
En la Edad Media, aparece citado en la crónica de Yepes,
y más tarde también lo menciona Jovellanos,
la existencia de un monasterio familiar, que con el nombre de Santa
Marina, era sufragáneo, como todos los de esta zona, del
gran monasterio de San Juan de Corias. Ese monasterio,
tras el Concilio de Trento, pasaría a ser la parroquia de Santa
Marina de Puerto de Vega, y cabe suponer que ocuparía
el mismo solar en que hoy se encuentra la iglesia parroquial de su nombre.
Por aquí pasaba también el camino de Santiago, como lo acreditan
la malatería de Barayo, y el hospital de peregrinos
de San Antonio.
En los primeros años del siglo XVII, y muy posiblemente desde tres
siglos antes, llegan a esta tierra "armaxas" balleneras
que procedentes de puertos vascos, usarían de éste como
base para sus expediciones a la caza de la ballena, y con motivo de su
presencia se firman diversos contratos balleneros. Así el 26 de
octubre de 1608, se signa el primero de los que tenemos noticia, en el
que se establece el pago de un ducado por cada ballena o cabrote capturado;
en 1639, se rubrica un nuevo documento con Esteban de Miranda;
en 1647, con Domingo López y Antonio Braque; en
1694, con José Fuertes y Antonio de Chaves; y
ya en el siglo XVIII, con Pedro Trelles.
En 1589 son levantados los fortines defensivos del puerto y aledaños,
iban desde el Baluarte a la Atalaya, quedando dispensados
los vecinos que trabajaban en los mismos, incluso, de la asistencia a
la misa dominical.
Unos pocos años más tarde (1605) cuenta la tradición
oral, que es encontrada en el lugar llamado de La Friera,
por unos pescadores que faenaban allí, la imagen de la Virgen,
naciendo a continuación una hermosa leyenda que aun en nuestros
días convoca a todos los portovegueses todos los ocho de septiembre
y días posteriores ante el icono de la Virgen de la Atalaya,
ubicada en la capilla que como consecuencia de su milagrosa aparición
levantaron los vecinos.
Consta que a finales del siglo XVII arribaban además de balleneros
a Puerto de Vega, negociantes extranjeros que generaron
un importante movimiento de mercancías, siendo los más relevantes,
los Lebrón y Lanza, muy especialmente D.
Domingo Pérez Lebrón y Lanza, familia que en siglos
anteriores había participado activamente en la colonización
del Nuevo Mundo.
Entre 1737 y 1749, se levanta el nuevo templo parroquial, según
nos indican las manifestaciones del atrio y del balcón delantero,
con la participación de relevantes familias de la localidad, quedando
ubicado en el mismo solar en que se supone se hallaba el viejo monasterio
medieval. Para su decoración, se contrató al maestro escultor
José Bernardo de la Meana, el cual dejó,
entre otros, el magnifico trabajo que es el altar mayor, joya barroca;
así, como un no menos importante medallón dedicado a la
Virgen del Carmen en la capilla de su nombre, y un impresionante "Cristo
Yacente" en el retablo de la Dolorosa.
El siglo XIX, trajo a la villa, y muy especialmente a su puerto, un importante
trafico de mercancías que a base inicialmente de pataches de vela
y más tarde de pequeños vapores darían vida y trabajo
a muchas familias. Poco a poco este negocio iría desapareciendo,
y como consecuencia de ello, todos estos barcos serían sustituidos
por embarcaciones de pesca, que inicialmente con propulsión de
vapor y, posteriormente, con motores de explosión, llegaría
a nuestros días.
El final del siglo XIX y principios del XX, marcarían la gran diáspora
emigratoria a América, fundamentalmente a Cuba y Puerto Rico, que
unos años más tarde traería consigo importantes mejoras
en el aspecto urbanístico de Puerto de Vega gracias
a los capitales llegados de esas tierras, así como la construcción
de magníficas casas, de las que aun hoy perduran algunos notables
ejemplos, y como una consecuencia lógica, una mayor actividad laboral,
que en muchos casos quedaría completada con el surgimiento de fábricas
de conservas y salazones, que a lo largo del período en que funcionaron
darían trabajo a más de un centenar de personas.
Hoy Puerto de Vega, es en el occidente asturiano una
villa que avanza hacia el futuro, fundamentalmente en el ámbito
turístico, no sólo por sus bellezas naturales, sino también,
por la esplendidez de sus gentes. Gentes marineras y campesinas que conservan
muchas de sus más arraigadas tradiciones ¹.
¹ FERNÁNDEZ MÉNDEZ, Diego: Las obras Pías de Tapia
y Puerto de Vega, un recuerdo a Diego Páez y Juan Pérez Villamil
FUNDACIÓN AMIGOS DE LA HISTORIA: Trabajo para presentar al Premio Pueblo
Ejemplar de Asturias, 1995.
ASOCIACIÓN DE MUJERES LA ROMANELA: Mujer y Trabajo. Las conserveras de
Puerto de Vega, una historia por contar. Puerto de Vega 2007.